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Fotos

Pese a que le mentía y le decía que estaba de acuerdo, que las fotos eran hermosas, en verdad en esas fotos ella nunca vio nada destacable. No era que las fotos le parecieran malas, era que simplemente solo unas líneas sobresaliendo, como interponiéndose a un horizonte generalmente sobrecogedor, era todo lo que se alcanzaba a ver de ella en esas fotos. Tan chiquita se veía, que al comienzo llegó a pensar que era alguna clase de burla de parte de él; quien se hacía tan lejos para capturar la imagen con solo su lente de corto rango, que en el resultado final, a veces no se adivinaba siquiera dónde terminaba el torso y comenzaban las piernas de ella; lo cual, dicho así de paso, puede sonar menor, pero no sería tal si conocieras sus piernas. Sin dudas un ejemplo claro de lo difícil que era siquiera identificarla en las fotos que él le tomaba. Pero precisamente esa imagen, o esa ausencia de imagen, era según él, la vista que él más amaba de ella. Era como una alquimia, a través de la cual l
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Metro y medio

Ocupando con su metro y medio casi toda la cama, termina de armar el porro tal como lo ha hecho las últimas veces y rota el cacho tras los primeros plones. Después de que terminamos resultó que la desgraciada ya no solo fuma, sino que además arma unos porros bastante buenos, y pensar que se persignaba cual monja, cuando hacía tan solo un par de años, mediante señas le decía que me iba a fumar a alguna esquina para no molestarla con el humo. Se sigue viendo igual de hermosa que siempre, un poco mayor, un poco más sabia y también un poco más rota y por tanto, un poco más fuerte. Lo primero por mi culpa lo segundo por gracia de ella. Noto que la marihuana empieza a afectarme cuando me fijo en que el color de Canela, mi perra, más que Canela es Chocolate y por tanto pienso que su nombre quizá no fue la mejor elección, aunque chocolate trae a mi mente un perro labrador, macho y de un color mucho más oscuro. Sí, ya estoy en el viaje. Es bastante raro, como si de repente los últimos tre

Poe

- ! Nunca más ¡ - Escuché la fuerte afirmación. - ¿Qué? - Pregunté azaroso mientras entreabría los ojos. Pero descubrí que de su bello rostro dormido no salía mayor respuesta. Sus labios apretados parecieran realizar una leve sonrisa pero yo que ya estaba acostumbrado a su manera de dormir, sabía que esa tenue mueca socarrona, que nada tenía de alegre, adornaba su rostro de muñeca todas las noches, al menos las noches como aquella, en que dormía conmigo. -Los vecinos- me dije. Quise entregarme de nuevo a algún sueño para escapar de aquella sensación, mis parpados poco a poco consumían mis ojos , cuando entre sueños, nuevamente. - ! Nunca más ¡ - Escuché, ya no me costó nada despertarme, era su voz, incline mi cabeza y la miré, su bello e insípido rostro pálido aun estaba ahí dormitando tranquilo y socarrón, pero había sido su voz. Quise calmarme, beber quizá un vaso de agua, me recline para levantarme pero sus brazos, que amarraban al mío, me devolvieron al lecho

Cobijas

Se sintió como si hubiera caminado la noche entera y de hecho para cuando abrí la puerta de la casa, un sol sin venados le peinaba la cabeza a los cerros. La bella luz de madrugada no cruzó conmigo el umbral de la puerta sobre la que em recosté algo rendido, cansado, pero sin sueño. Sin embargo, siendo la madrugada del lunes, no encontré mucho más que hacer salvo echarme a la cama a ejecutar la penosa tarea de dormir sin ganas. Una vez arrojado sobre la cama me cubrí como siempre con la colcha hasta la cabeza tratando de recuperar la noche a un día que ya la había reclamado; la luz mañanera se empeñaba en molestar y por algún agujero de mi refugio de tela se colaba, iluminando el interior de la suerte de cueva en la que yo intentaba conciliar el sueño. Tapando con mi espalda la luz que entraba, logré que la oscuridad ganara terreno y las sombras y las luces se pusieron a jugar con la tela, burlándose quizá del hombre que su lado, no dejaban descansar. Cómo cualquier persona media

El Viejo Lucio

Justo antes de que el disparo destrozara la puerta sobre la que se apoyaba, alcanzó a lanzarse de bruces por las escaleras, al llegar al piso tenía raspados su cabeza, su espalda y su orgullo. -Anciano loco -bramó sobándose la cabeza. - ¡Loca su abuela! -gritó el anciano y volvió a disparar su arma, que obedientemente reafirmaba su opinión. Cubriéndose la cabeza con los brazos, Liliana, la mujer de Hernán y nuera del Anciano recorría la sala descolgando cuadros y doblando alfombras, preocupada de que algún perdigón malévolo dañara sus codiciadas costuras. -Bueno, ya no queda más, si daña un mueble tendremos la excusa para cambiarlo -dijo mientras su marido la miraba, sorprendido de que aun en esa situación ella pensara en hacer alguna compra. -Desde que no se mate que dañe lo que quiera, sino llega la policía y mínimo me llevan preso -le respondió, pero ella no le escuchaba, hacía cuentas mientras miraba al techo esperando que el viejo no le disparara al piso, dañándoles el tec

Bestia

Bestia. Ni bien se bajó del bus este siguió a toda marcha su camino por la carretera sinuosa que llevaba a la cabecera municipal. El brusco rugido del motor lo estremeció y le recordó lo minúsculo de su ser, completamente solo en esa carretera completamente oscura. Se había quedado dormido y pasó de largo su parada quien sabe hacía cuánto, pues el chofer ante su pregunta le dijo que "eso se habían pasado hacía mucho rato", mientras que el ayudante le replicó que "eso no, que ni tanto". Emprendió camino devolviéndose por el borde de la carretera pero apenas se perdieron el bus y su inquietante luz roja trasera, escuchó unos pasos pesados muy cerca de su espalda que lo dejaron completamente frío y sintiendo como si la presencia de todo el gélido páramo besara su nuca. Pese a su intención de continuar sin perder el control, ni bien volvió a escuchar y sentir los pasos tras de sí, provenientes de una  noche cegadora que le perseguía, apretó el andar y al rato hech