- ! Nunca más ¡ -
Escuché la fuerte afirmación.
- ¿Qué? - Pregunté
azaroso mientras entreabría los ojos. Pero descubrí que de su bello rostro
dormido no salía mayor respuesta. Sus labios apretados parecieran realizar una
leve sonrisa pero yo que ya estaba acostumbrado a su manera de dormir, sabía
que esa tenue mueca socarrona, que nada tenía de alegre, adornaba su rostro de
muñeca todas las noches, al menos las noches como aquella, en que dormía
conmigo.
-Los vecinos- me
dije.
Quise entregarme de
nuevo a algún sueño para escapar de aquella sensación, mis parpados poco a poco
consumían mis ojos , cuando entre sueños, nuevamente.
- ! Nunca más ¡ -
Escuché, ya no me costó nada despertarme, era su voz, incline mi cabeza y la
miré, su bello e insípido rostro pálido aun estaba ahí dormitando tranquilo y
socarrón, pero había sido su voz.
Quise calmarme,
beber quizá un vaso de agua, me recline para levantarme pero sus brazos, que
amarraban al mío, me devolvieron al lecho - ! Nunca más ¡ - pensé, ya no quería
mirarla, sentía su respiración en forma de viento húmedo y caliente en mi
cuello, detrás de mi oreja, mi corazón compungido temía ante la sensación de
que ella sabía lo que pasaba.
Oí como sus labios
se abrieron, iba susurrar algo y solo la impresión de escuchar de nuevo la
sentencia me llevo a zafarme de su abrazo para refugiarme en la cocina tras dos
o tres vasos de agua. Solo después de eso decidí enfrentar el temor y me acosté
de nuevo, eso sí, sin hacer el menor ruido para no despertarla.
Sentí su abrazo
frio, el escalofrío que debe producir la piel de las serpientes lo sentí a
través de todo mi cuerpo y sobre mi cuerpo tenso el de ella se acomodaba y al
oído me decía, aun dormida -! Nunca más
¡ -.
Con una sensación de
ahogo esta última sentencia me despertó, el cálido y trigueño rostro de mi
novia se escondía tras sus brazos sin sonrisas socarronas, sin bellezas
espectrales. Agradecido le bese la frente y pese a encontrarme despierto a las
cuatro de la mañana, fui al escritorio a releer "el cuervo" ya sabía
lo que debía encontrar en el poema magnífico, pero quería asegurarme que
encontraría a un emplumado y negro ser del averno y no al demoniaco ser de tersa y blanca piel
qué, podría jurar, durmió esa noche a mi lado.
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